Diccionario Biblico: Predestinación


Significado de Predestinacion

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Término que no aparece en la Biblia, pero su forma verbal, "predestinar" (gr.
proorízÇ, "determinar de antemano"), se emplea en Ro. 8:29, 30; 1 Co. 2:7 y Ef.
1:5, 11. De acuerdo con Ro. 8:28, 29, Dios predestinó a todos los que él sabía
que aceptarían la salvación "para que fuesen hechos conformes a la imagen de su
Hijo". A los tales llamó, justificó y glorificó (v 30). Según Ef. 1:4, Dios
hizo provisión para que los pecadores fueran "santos y sin mancha delante de
él" por medio de la fe en Cristo antes de la fundación de este mundo y de la
entrada del pecado, habiéndolos "predestinado para ser adoptados hijos suyos
por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad" (v 5). La
predestinación opera dentro de la órbita 941 del propósito de Dios de "reunir
todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos,
así las que están en los cielos, como las que están en la tierra" (Ef. 1:10,
11; cf Jn. 1:12). En 1 Co 2:6 y 7 se habla de que el conocimiento del plan de
salvación estuvo determinado de antemano para que todo ser humano lo conozca.

A partir de estos pasajes, algunos han supuesto erróneamente que Dios
arbitrariamente predestinó, o "señaló de antemano", a personas individuales
para salvarse y a otras para perderse, sin tomar en cuenta la elección que
pudieran hacer ellas mismas, imponiendo así arbitrariamente los beneficios de
la salvación sobre algunos y negándolos a otros. El contexto y la analogía de
las Escrituras demuestra en forma concluyente la falacia de este razonamiento.
Estas enseñan explícitamente que Dios "quiere que todos los hombres sean salvos
y vengan al conocimiento de la verdad" (1 Ti. 2:4), y que no quiere "que
ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento" (2 P. 3:9). Los
escritores inspirados no afirman en parte alguna que Dios desea que alguien
perezca. La idea de que designó arbitrariamente a algunos hombres para la
salvación y a otros para la reprobación es una ficción de invención humana.
Que ninguno está excluido de los beneficios de la salvación se hace evidente en
Is. 55:1 y Ap. 22:17. Todos los que tengan sed son invitados a tomar "del agua
de la vida gratuitamente". Dios no se goza con "la muerte del impío", sino de
"que se vuelva el impío de su camino, y que viva" (Ez. 33:11). La naturaleza
de la predestinación bíblica está presentada claramente en Jn. 3:16-21, donde
se afirma que "amó Dios al mundo" y dio a su Hijo como su Salvador; no que amó
a ciertas personas y aborreció a otras. El v 17 afirma específicamente que "no
envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo
sea salvo por él". De acuerdo con Jn. 1:12 y 3:16, el factor decisivo en cada
caso individual es la disposición de aceptar al único Hijo de Dios como su
Salvador personal y creer en él. "Todo aquel que en él cree" puede tener la
vida eterna (3:16). Dios no rehúsa el beneficio de la salvación a ninguno que
sinceramente escoge el camino de la vida y está dispuesto a cumplir con los
requisitos que la hacen posible. La forma en que una persona es condenada o
reprobada está claramente expresada en los vs 18-21, donde se afirma que el
factor determinante es la respuesta individual a "la luz"; es decir, a
Jesucristo como "la luz de los hombres" (1:4-9). Mientras éstos estén en
tinieblas no hay condenación (véase Sal. 87:4, 6; Ez. 3:18-21; 18:2-32;
33:12-20; Lc. 23:34; Jn. 15:22; Ro. 7:7, 9; 1 Ti. 1:13). Sólo los que
deliberadamente rechazan la verdad, claramente presentada ante ellos, "no
tienen excusa por su pecado" (Jn. 15:22). De acuerdo con Jn. 3:18, una persona
que rehúsa la salvación en Cristo automáticamente incurre en condenación, no
por algún imaginario acto arbitrario de Dios, sino sencillamente "porque no ha
creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios". Este pensamiento es
enfatizado en el v 19, donde se afirma que "los hombres amaron más las
tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas". Todos los que eligen
aferrarse a sus malos caminos lo hacen por causa de su odio a la luz, y la
evitan para que "sus obras no sean reprendidas" (v 20). Por el contrario, los
que buscan un mejor camino para su vida reciben el beneficio de la luz del amor
divino que ablanda sus duros corazones.

La enseñanza que distorsiona la predestinación bíblica al punto de hacer
aparecer a Dios como predeterminando que ciertas personas se salven y otras se
pierdan es una consecuencia de la ignorancia de la verdad básica de la Biblia:
cada persona tiene el poder de elegir su propio destino. Dios nunca traba el
libre ejercicio de la facultad humana de decidir (Ez. 18:31, 32; 33:11; 2 P
3:9). Antes de la fundación del mundo (1 P. 1:20) él hizo provisión para que
los pecadores fueran restaurados al favor divino, y predeterminó -preordenó o
predestinó (Ef. 1:4)- que los que aceptaran esta provisión encontrasen la
salvación en Jesucristo y fueran restaurados a su condición de hijos. Esta es
ofrecida libremente a todos, pero no todos aceptan la invitación. No es
impuesta al hombre en contra de su voluntad, ni le es negada en contra de su
deseo. El preconocimiento divino y la predestinación no eliminan la libertad
de elección ni la hacen ineficiente, sino otorga a los hombres el privilegio de
escoger el camino de la vida eterna. Los que creen en Jesucristo son
justificados por su fe en él, mientras que los que rehusan creer
automáticamente se excluyen a sí mismos. Dios ha predeterminado que los que
creen sean salvos, y los que no creen se pierdan, pero ha dejado que cada
persona elija su destino.

Una lectura superficial de Ro. 9:9-16 y 1 Co. 3:12-15 ha conducido a algunos a
la conclusión errónea de que Pablo aquí enseña la predestinación individual sin
tomar en cuenta su elección personal. Que en ninguno de los 2 casos es así
resulta evidente de una lectura cuidadosa del contexto. En Ro. 9:9-16, Pablo
trata del rechazo divino de Esaú como heredero 942 de la primogenitura y la
elección de Jacob para este sagrado oficio. El contexto pone en evidencia que
el apóstol no está aquí tratando un asunto de salvación personal, sino
exclusivamente la elección de los instrumentos humanos como sus agentes para
realizar su voluntad en la tierra. El rechazo divino de Esaú como heredero de
la primogenitura no le niega las bendiciones de la salvación más que la
posterior negación de la primogenitura a Rubén, el hijo mayor de Jacob, que no
lo excluyó de tener parte en la herencia de la Canaán terrenal y la celestial
(cf Gn. 49:3, 4). En su contexto, el pasaje: "No depende del que quiere, ni
del que corre, sino de Dios que tiene misericordia" (Ro. 9:16), no se refiere a
las misericordias de la salvación, sino a la herencia de la primogenitura. En
forma similar, el pasaje: "De quien quiere tiene misericordia, y al que quiere
endurecer, endurece" (v 18), habla acerca de Faraón como un instrumento de la
voluntad divina, y no trata acerca de su salvación o reprobación personal. En
la ilustración del alfarero que tiene "potestad... sobre el barro" para hacer
un vaso para honra y otro para deshonra (Ro. 9:21-23), Pablo no se ocupa del
carácter intrínseco de los respectivos vasos, sino del uso que se les dará,
donde algunas funciones son más honrosas que otras. Ningún alfarero hace un
vaso con la intención específica de destruirlo, sino diferentes para servir a
propósitos distintos. Uno que es útil para un fin humilde puede ser tan
valioso y bueno como otro que se emplea para un objeto más elevado. En Ro. 9
Pablo trata con la nación judía como los representantes elegidos por Dios y su
rechazo final, y su preferencia por los gentiles (vs 24-26). En forma similar,
en 1 Co. 3:12-15 la recompensa de la que se habla es por el servicio en el
ministerio evangélico, no por la vida personal como cristiano.

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