Diccionario Biblico: Justificación


Significado de Justificacion

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(gr. dikáiÇma, "exigencia", "acto justo", "estatuto", "sentencia judicial",
"declaración de justicia", dikáíÇsis, "justificación", "vindicación",
"absolución").

El verbo "justificar" aparece con mucho más frecuencia que el sustantivo
"justificación".

En el uso teológico, justificar es el acto divino por el cual Dios declara
justo a un pecador penitente, o lo considera justo. La justificación es lo
opuesto a la condenación (Ro. 5:16). Ninguno de los 2 términos especifica cómo
es el carácter, sino sólo la situación ante Dios. La justificación no es una
transformación del carácter inherente; no produce justicia, así como la
condenación no produce pecaminosidad. Una persona cae bajo la condenación por
causa de sus transgresiones, pero, como pecador, puede experimentar la
justificación sólo mediante un acto de Dios. La condenación se gana o se
merece, pero la justificación no puede ser ganada: es un "don" gratuito o
inmerecido. Al justificar al pecador, Dios lo absuelve, lo declara justo, lo
considera justo, y lo trata como a una persona justa. La justificación es
tanto el acto de absolver como la declaración correspondiente que afirma que
existe un estado de justicia. Las acusaciones de maldad son canceladas, y el
pecador, ahora justificado, llega a estar en una relación correcta con Dios
(que Pablo describe como de "paz para con Dios"; Ro. 5:1). El estado de
justicia que el pecador alcanza por medio de la justificación es imputado
(4:22), es decir, se le cuenta como justicia (vs 3, 4). Cuando Dios imputa
justicia al pecador arrepentido, figuradamente pone la expiación provista por
Cristo y la justicia de él como un crédito en los libros del cielo, y el
pecador se encuentra ante Dios como si nunca hubiera pecado.

La justificación presupone que Dios tiene una perfecta norma de justicia,
mediante la cual espera que los seres creados ordenen su vida, y que él demanda
una obediencia perfecta a esta norma. Teóricamente, Dios no podría condenar a
un hombre que nunca hubiera violado esta norma (Ro. 2:13), pero dado que todos
lo hemos hecho (3:10, 23). La ley divina -toda la voluntad revelada de Dios
con respecto al hombre- es así una expresión, un reflejo de su propio carácter
y una norma que deben alcanzar todos los seres creados.

La justificación es necesaria porque "todos pecaron, y están destituidos de la
gloria de Dios" (Ro. 3:23; cf v 10). Sin ella, los pecadores nunca podrían ser
aceptos por Dios, sino que permanecerían en un estado de perpetua hostilidad
contra él. La justificación es posible por causa de la gracia divina, o su
disposición a no considerar a los pecadores como responsables por sus errores,
con la condición de que acepten la justicia provista por él 688 "a causa de
haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados" (vs 24, 25), y en
virtud de la justicia de Cristo (5:18). La provisión de justicia es el don de
su Hijo, "el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado
para nuestra justificación" (Ro. 4:25; 5:16, 18; cf Jn. 3:16). Cuando, por fe,
el pecador acepta la muerte vicaria de Jesucristo como el justo castigo por sus
propias ofensas, Dios a su vez acepta la fe del pecador en vez de su justicia
personal, y pone la justicia de Jesucristo en su crédito. La resurrección de
Jesús fue tan esencial "para nuestra justificación" como lo fue su muerte en la
cruz (Ro. 4:25). La justicia estricta no provee escape del castigo por el
pecado: la muerte. Por eso Cristo sufrió ese castigo en la cruz. Pero así
como su muerte es una demostración de la justicia divina, la resurrección (que
lo liberó de ese castigo) es una demostración de la misericordia divina y de la
disposición de Dios de transferir los méritos de la muerte vicaria de Cristo a
los pecadores que están dispuestos a aceptar su bondadoso regalo. Si Jesús
hubiera permanecido para siempre en la tumba, no habría evidencia objetiva de
que Dios puede y quiere justificar a los pecadores (Ro, 4:24, 25). Por ello,
la fe en un Señor resucitado nos permite aceptar la justificación por Cristo, y
nos capacita para ello. Somos "justificados en su sangre" y "salvos por su
vida" (5:9, 10).

La contrapartida o el complemento del acto de gracia de Dios al justificar es
la fe del pecador que se extiende para aceptar la gracia ofrecida (Ro. 5:1,2).
Por sí mismo, el hombre no puede hacer nada para obtener la justificación. Al
ejercer fe confiesa su incapacidad de llegar a un estado de justicia por sus
propias obras. Dios reconoce su fe y lo justifica y "ahora... ninguna
condenación hay para los que están en Cristo Jesús" (8:1): ahora es un "justo"
(gr. díkaios: Ro. 5:19, etc.) ante Dios.

La justificación tiene aspectos negativos y afirmativos. Consiste primero en
el perdón de los pecados (Ro. 4:5-8), pero éste está acompañado por una
declaración de que el pecador perdonado ha sido restaurado al favor divino.

Pablo describe esta relación correcta como estar "en paz para con Dios" (5:1),
o "reconciliados con Dios" (v 10). El dolor por el pecado (Lc. 18:13,14) y un
deseo profundo de estar bien con Dios (Mt. 5:6) son prerrequisitos para la
justificación. Luego surge la fe para aceptar la divina provisión de gracia
(Ro. 4:4, 5, 16, 24). Esta debida relación con Dios otorga al pecador
arrepentido su título para el reino de los cielos. Por esto Jesús pudo
asegurar al ladrón en la cruz que estaría con él en el Paraíso (Lc. 23:43). La
justificación otorga al pecador arrepentido el derecho a entrar en la carretera
al reino y viajar por ella, pero no le concede el poder para avanzar por la
misma. Ese poder es impartido por la morada de Cristo en la persona (Gá.
2:20), mediante el proceso de la santificación que dura toda la vida. Por la
fe en la muerte de Cristo, el pecador justificado se levantará para andar "en
vida nueva" (Ro. 6:4, 5). Aunque la justificación no le da el poder para
caminar por el camino a una vida nueva en Cristo Jesús, supone que ésa es su
intención. En realidad, la justificación sería inútil si rehusara hacerlo, y a
menos que suceda esa experiencia, no habría evidencias de que ha ocurrido la
justificación. La vida posterior testifica de la realidad de la justificación.
La justificación y la santificación son 2 pasos en la salvación. Una vida en
Cristo significa crecer en la gracia (2 P. 3:18), un crecimiento hasta llegar a
la plena estatura de Cristo (Ef. 4:15).

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