Significado de Jeremias
Ver Concordancia
(heb. Yirmeyâh[û], "Yahweh es exaltado [establece]" o "Yahweh golpea [tumba]";
gr. HieremÃas).
El nombre aparece en un asa de un antiguo jarrón hebreo, en antiguos sellos
hebreos y en las Cartas de Laquis.*
1. Nativo de Libna cuya hija Hamutal fue la esposa de JosÃas y madre de Joacaz (2
R. 23:30, 31).
2. Jefe de una familia en la tribu de Manasés (1 Cr. 5:24).
3, 4 y 5.
Nombre de 3 hombres que se unieron a la banda de David en Siclag (1 Cr. 12:4,
10, 13).
6. Firmante del pacto de NehemÃas (Neh. 10:2).
7. Sacerdote que regresó del exilio de Babilonia con Zorobabel (Neh. 12:1, 12).
8. PrÃncipe de Judá en la dedicación del muro de Jerusalén (Neh. 12:34).
9. Profeta que estimuló la reforma religiosa bajo el rey JosÃas. Aconsejó a los
judÃos de Jerusalén antes del exilio y parte de la cautividad y escribió el
libro que lleva su nombre. JeremÃas es tal vez el profeta más pintoresco del
AT. Mezclados en sus mensajes proféticos hay frecuentes vislumbres del
interior de su alma que ofrecen un cuadro vÃvido de sus sentimientos y
experiencias como profeta llamado a dar un mensaje impopular en un momento de
crisis nacional.
La historia del reino del sur, Judá (desde la cautividad de las 10 tribus un
siglo antes), fue de creciente apostasÃa nacional. En tiempos de JeremÃas se
hizo evidente que Dios, si querÃa cumplir su propósito para Israel, tenÃa que
tomar medidas drásticas. Canaán era de ellos sólo por virtud de la relación de
pacto con Dios, pero con sus persistentes violaciones de las provisiones de esa
alianza habÃan rechazado su derecho sobre la tierra. La cautividad era
inevitable, no como castigo retributivo sino como disciplina curativa, y le
tocó a JeremÃas explicar las razones del cautiverio y animarlos a cooperar con
el plan de Dios en esa experiencia. Una y otra vez, mediante JeremÃas, Dios
rogó a su pueblo que se sometiera al rey de Babilonia y estuviera dispuesto a
aprender la lección que esta amarga experiencia debÃa enseñarles. La 1ª
cautividad ocurrió en el 605 a.C., pero, como rehusaron cooperar, una 2ª
cautividad sucedió en el 597 a.C., y una 3ª en el 586 a.C., la que fue
acompañada por una total desolación de la ciudad y del templo. Ezequiel fue
llamado a un papel similar en favor de los exiliados en Babilonia, y, más o
menos al mismo tiempo, Dios colocó a Daniel en la corte de Nabucodonosor con el
propósito de atemperar la natural dureza y severidad de los babilonios hacia
los judÃos. Los mensajes de JeremÃas, Ezequiel y Daniel estaban destinados a
aclarar la naturaleza y el propósito del cautiverio y apresurar el retorno de
los exiliados a su patria.
JeremÃas era hijo de HilcÃas, un, sacerdote de Anatot* (Jer. 1:1). Fue llamado
al oficio profético mientras todavÃa era joven (vs 6, 7). Al principio, vaciló
en aceptar el llamamiento, pero Dios le aseguró que aunque encontrarÃa
oposición violenta también podÃa esperar ayuda divina en la realización de su
misión (vs 8, 17-19). JeremÃas, tierno y suave por naturaleza, padeció mucha
angustia personal por el conflicto entre sus sentimientos y los severos
mensajes de reprensión y advertencia que debÃa llevar. Al prever la triste
suerte que esperaba a su amado pueblo, exclamó: "Me duelen la fibras de mi
corazón" (4:19). La cautividad era inevitable (vs 27, 28), pero Dios con soló
a JeremÃas con la promesa de que no constituirÃa el fin de "todo" para su
pueblo elegido (4:27; 5:10). Para impresionarlo con la desesperada
degeneración moral y espiritual, Dios lo envió en excursión por las calles de
Jerusalén en busca de un hombre que sinceramente buscara conocer y hacer la
voluntad de Dios (5:1). Sin éxito, JeremÃas volvió esperanzadamente a los
dirigentes, pero encontró que ni uno de ellos guiaba a la nación por los
caminos de justicia (vs 3-5). Percibiendo mejor ahora la completa apostasÃa de
su pueblo, JeremÃas recibió instrucciones de ponerse "a la puerta de la casa de
Jehová" para advertirles de la suerte que les esperaba si no se arrepentÃan.
Ese sermón, comúnmente llamado 613 "El discurso del templo", está registrado en
los cps 7-10. La gravedad del mensaje es evidente por la advertencia de Dios a
JeremÃas: "No ores por este pueblo... porque no te oiré" (7:16). Lamentándose
por su solemne implicación, exclamó: "¡Oh, si mi cabeza se hiciese aguas, y mis
ojos fuentes de lágrimas para que llore dÃa y noche... [sobre] mi pueblo!"
(9:1). "¡Ay de mÃ, por mi quebrantamiento! mi llaga es muy dolorosa -clamó
ante el Señor, pero reconciliándose con el pensanmiento añadió-: Pero dije:
Ciertamente enfermedad mÃa es esta, y debo sufrirla" (10:19). Sin embargo,
reconociendo la justicia divina en los juicios predichos, el profeta pidió
misericordia (vs 23-25).
Luego el Señor envió a JeremÃas a las ciudades de Judá y a las calles de
Jerusalén con el mensaje: "OÃd las palabras de este pacto, y ponedlas por
obra"; pero, a pesar de su fervor, la gente no le prestó atención (11:6-8). En
realidad, sus propios familiares, los sacerdotes de Anatot, completaron para
silenciarlo con la muerte. Cuando el Señor le reveló el complot, el profeta
pidió al Señor justicia y venganza; ¿acaso no habÃa él hablado sólo las
palabras que Dios le habÃa dado? (vs 9-23). Al ver en la conspiración contra
su vida un reflejo de la naturaleza de la inquina de Judá contra Dios, el
profeta preguntó al Señor: "¿Por qué es prosperado el camino de los impÃos?"
(12:1). Dios le contestó preguntándole a su vez qué harÃa cuando toda la
nación se levantara contra él, si el primer momento de oposición lo habÃa
cansado (v 5; cf 1:19). Asà como el afecto de los parientes de JeremÃas se
habÃa alejado de él hasta el punto de estar dispuestos a matarlo, del mismo
modo el de Israel se habÃa apartado de Dios (12:6-11). Por 2ª vez exclamó:
"Llorará mi alma... y llorando amargamente se desharán mis ojos en lágrimas,
por que el rebaño de Jehová fue hecho cautivo" (13:17). Por 3ª vez (cf 7:16;
11:14) Dios le dijo: "No ruegues por este pueblo para bien" (14:11), y el
profeta se lamentó: "Derramen mis ojos lágrimas noche y dÃa, y no cesen" (v
17).
JeremÃas llegó a la conclusión de que tal vez Dios habÃa "desechado enteramente
a Judá" (v 19). Entonces, como Moisés en la antigüedad (Ex. 32:31, 32),
confesó el pecado de su pueblo y clamó al Señor que no rompiera su pacto con
ellos (Jer. 14:20-22). Pero Dios contestó que serÃa inútil, aunque Moisés
orara por ellos: la cautividad era inevitable (15:1). Y dijo: "Destruiré" a mi
pueblo, porque "no se volvieron de sus caminos" (vs 6, 7). Lamentando los
vituperios que él habÃa sufrido, JeremÃas se quejó otra vez al Señor: "Vengame
de mis enemigos... por amor a ti sufro afrenta... ¿Por qué fue perpetuo mi
dolor, y mi herida desahuciada no admitió curación?" (vs 15-18). Una vez más
Dios le aseguró al profeta la protección y liberación divinas (vs 20, 21).
JeremÃas no debÃa tomar esposa (16:2) ni criar una familia, porque, en vista de
la cautividad, morirÃan "de dolorosas enfermedades" (vs 3, 4). El profeta
luego fue enviado a llevar un solemne mensaje de advertencia a la puerta de
Jerusalén, basado en una visita simbólica a la casa del alfarero. Al darlo, la
conspiración contra su vida se profundizó, y clamó una vez más (cf 17:18) al
Señor por cansa de sus enemigos (18:18-23). Por ese tiempo, Pasur, el
gobernador del templo, lo puso en el cepo junto a la puerta de BenjamÃn, al
lado del templo, y lo dejó allà toda una noche (20:1-3). El profeta se quejo
al Señor: "Cada dÃa he sido escarnecido, cada cual se burla de mi", y decidió
renunciar a su oficio profético (vs 7-9). Pero Dios no lo liberarÃa (v 9). En
consecuencia, el profeta maldijo el dÃa de su nacimiento y lamentó el papel que
se le habÃa asignado (vs 14-18).
Cargando el yugo profético una vez más, JeremÃas reflejó mayor madurez. Ya no
lloró ni se quejó por su suerte, sino que llevó un mensaje directo y valeroso,
sin vacilaciones ni lamentos. Enviado primero al "atrio de la casa de Jehová",
anunció la cautividad de 70 años y la total desolación de la ciudad de
Jerusalén y del templo (26:2). Inmediatamente después de este discurso los
sacerdotes y profetas arrestaron a JeremÃas y lo amenazaron con matarlo (v 8),
y sin duda lo hubieran hecho si no hubieran salido en su defensa los prÃncipes
de Judá (vs 10-16). La madurez de espÃritu en ese momento es evidente por su
serena respuesta a quienes se proponÃan quitarle la vida: "En lo que a mà toca,
he aquà estoy en vuestras manos; haced de mà como mejor y más recto os parezca"
(v 14). Como se le prohibiera enseñar en los atrios del templo, JeremÃas dictó
sus mensajes a su ayudante, Baruc, que los escribió en un rollo y los leyó en
el templo en cierto dÃa de ayuno (36:1-6). La noticia de lo que estaba
ocurriendo llegó a los prÃncipes, quienes requisaron el rollo y lo llevaron
ante el rey Joacim, que a su vez lo quemó (vs 11-26). Luego el profeta
escribió de nuevo lo que habÃa en el rollo y le agregó más material de
advertencia: el trono de Judá se extinguirÃa y Joacim morirÃa de muerte
violenta (vs 27-32). JeremÃas más tarde apareció ante el rey JoaquÃn con un
severo mensaje advirtiéndole que Nabucodonosor lo 614 llevarÃa en cautiverio y
que morirÃa en el exilio (22:24-30).
Temprano en el reinado de SedequÃas, el profeta aconsejó al rey: "Servid al rey
de Babilonia y vivid; ¿por qué ha de ser desolada esta ciudad?" (Jer.
27:12,17). A esta polÃtica se opuso un grupo de falsos profetas, pero la
muerte de su lÃder, HananÃas, dentro del tiempo profetizado por JeremÃas, fue
un testimonio en favor de la misión y del mensaje de JeremÃas (28:9, 16, 17).
Más o menos en esta época también escribió a los exiliados en Babilonia
aconsejándoles que se establecieran, porque el cautiverio serÃa largo (cp 29).
Los dirigentes judÃos en Babilonia contestaron a Jerusalén pidiendo que
aprisionaran a JeremÃas, porque era un profeta falso (vs 24-27). Pronto
después de esto, Nabucodonosor invadió otra vez Judá y puso sitio a Jerusalén.
JeremÃas, que "estaba preso en el patio de la cárcel" (32:1-3), aparentemente
fue liberado cuando el sitio fue levantado temporariamente porque Nabucodonosor
se aprestó a pelear contra el ejército egipcio que habÃa venido para ayudar a
SedequÃas (37:11,12). El profeta se dispuso a ir a su casa en Benjamin para
inspeccionar una parcela de tierra que habÃa comprado recientemente, pero fue
tomado preso al salir de Jerusalén y se le acusó de pasarse a los caldeos (vs
11-15). En este momento, SedequÃas pidió consejo secretamente acerca de qué
polÃtica debÃa tomar (vs 16-21). El profeta le aconsejó que se rindiera a los
caldeos, pero los prÃncipes y los comandantes del ejército pidieron la muerte
de JeremÃas (38:1-4); éste fue alojado en una cisterna vacÃa, cuyo piso estaba
cubierto de barro blando en el que se hundió (vs 5, 6). Su vida fue salvada
cuando Ebed-melec, un eunuco etÃope, intercedió por él ante SedequÃas y recibió
permiso para sacarlo de la mazmorra y dejarlo en el patio de la cárcel (vs
7-13). Allà permaneció el profeta hasta la caÃda de Jerusalén (v 28).
Cuando la ciudad se rindió, JeremÃas gozo de la protección personal del rey
Nabucodonosor, aparentemente por causa de la polÃtica del profeta pidiendo a
los judÃos que se entregaran a los caldeos, informe que éstos llegaron a
conocer (cps 39 y 40). Cuando se le permitió escoger entre ir a Babilonia o
quedarse en Judá, JeremÃas se relacionó con GedalÃas, a quien Nabucodonosor
habÃa designado como gobernador (40:1-16). Cuando un grupo de fanáticos mató a
GedalÃas, el pueblo que quedó, temiendo a los caldeos, huyó a Egipto, obligando
a JeremÃas a ir con ellos (41:17-43:13). En Egipto continuó sus esfuerzos por
hacer volver el corazón de la gente hacia Dios, pero sin éxito (cp 44; no se
sabe cuánto tiempo duró su ministerio en Egipto). De acuerdo con la tradición,
JeremÃas fue apedreado por sus conciudadanos en Dafne.
10. Hijo de HabasinÃas y padre de JaazanÃas, de los recabitas (Jer. 35:3).
Concordancia Biblica: Jeremias
-
Su llamamiento,
- Jeremias 1:4-10 - ; profetiza durante los reinados de Josias, Joacim y Sedequias,
- Jeremias 1:2-3 - ; amenazado de muerte,
- Jeremias 11:21 - ; 26:8
- Jeremias 38:4 - ; maldice de su nacimiento,
- Jeremias 20:7-18 - ; aconseja a Sedequias,
- Jeremias 21:3-7 - ;
- Jeremias 34:1-7 - ;
- Jeremias 38:14-28 - ; apresado,
- Jeremias 32:2 - ; 37:16-21
- Jeremias 38:6-13 - ; capturado por los caldeos,
- Jeremias 39:8-10 - ; protejido por Nabucodonosor,
- Jeremias 39:11-14 - ; libertado en Rama,
- Jeremias 40:1-6 - ; llevado a Egipto,
- Jeremias 43:1-7 - . y otros, J, o alguno de los profetas