Diccionario Biblico: Israel


Significado de Israel

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(heb. y aram. Yisrâêl, "Dios contiende [lucha]", "el que lucha con Dios",
"soldado de Dios" o "reinará con Dios", gr. Israel).

El nombre aparece por 1ª vez en textos cuneiformes de Ebla del período
prepatriarcal. Más tarde aparece en la Piedra Moabita* como YsrI, y en Ugarit
como Ysril, el nombre de un artesano. El nombre Israel se encuentra como
Isrr en la estela israelita de Merneptah, en donde la 2ª r representa la letra
heb. l, para la cual los egipcios no tenían signo.

1. Nombre dado a Jacob al amanecer después de la noche de lucha con un antagonista
desconocido -que resultó ser el ángel de Dios- junto al arroyo Jaboc, en su
camino a Canaán luego de 20 años de exilio en Harán (Gn. 32:22-32). Después de
esa ocasión, el nombre se usa en forma intercambiable con el de Jacob (46:5),
particularmente cuando se lo considera en su papel de progenitor de la raza
elegida (48:1-3).

2. Descendientes de Jacob; todos los que vivían en un momento dado (Ex. 1:9), o
las generaciones sucesivas tomadas en sentido colectivo (Gn. 32:32). Con estas
connotaciones, el término aparece en expresiones como "congregación de Israel"
(Ex. 12:3) y "los hijos de Israel" (Os. 3:5). Referidos a los 591
descendientes de Jacob, "Israel" se usa indistintamente con el nombre de Jacob
(Is. 44:1). Aplicado al pueblo hebreo, "Israel" enfatiza su papel como pueblo
elegido* en términos del pacto entre Dios y Abrahán, su antepasado (Gn. 15:18;
cf Sal. 105:9, 10).

ISRAEL (DESDE ABRAHÁN HASTA LAS 12 TRIBUS)

3. Las 10 tribus del norte que se separaron de la monarquía unida (c 931 a.C.),
para distinguirlo del reino meridional de Judá (1 R. 12:1, 16, 19). La
posición dominante de Judá entre las 12 tribus predispuso a las otras contra la
casa reinante de David y Salomón. Los impuestos opresivos aplicados por
Salomón para sostener los lujos de su corte y para la construcción de sus
magníficos edificios y extensas obras públicas, junto con la influencia mundana
de su ejemplo personal, aflojaron aún más los tenues vínculos que ligaban al
reino unido. La dura política de Roboam (hijo y sucesor de Salomón) condujo a
las 10 tribus del norte a separarse y a poner como rey a Jeroboam (1 R.
12:1-24), quien, para consolidar su poder, estableció una nueva religión en la
que mezclaba el culto a Jehová con la adoración egipcia de un buey, y con el
declarado propósito de desviar el afecto de su pueblo a Jerusalén, al templo y
a la casa de David (vs 25-33). Como un virus, la influencia de esta religión
apóstata infectó al nuevo reino y apartó a su pueblo del verdadero Dios. Más
tarde, bajo Acab,* se promovió también la adoración de Baal (16:30-32). A
pesar de las fervientes labores de profetas como Elías, Eliseo, Jonás, Amós y
Oseas, el reino del norte nunca experimenté una reforma genuina como los
reavivamientos que hubo en Judá bajo Josafat (s IX a.C.), Ezequías (s VIII
a.C.) y Josías (s VII a.C.). Toda la historia de Israel, hasta su
desintegración en el 723/22 a.C., fue de apostasía y corrupción cada vez más
profundas. En contraste con la única dinastía y 20 gobernantes de Judá -que
reflejaban la comparativa estabilidad que caracterizó al reino sureño-, el
deterioro de las condiciones sociales, políticas y religiosas que prevalecieron
en Israel produjeron diversas dinastías y un gobierno de 20 reyes en el trono
en menos de 2/3 del tiempo que reinaron los de Judá. (Las fechas dadas aquí
son aproximadas; véanse las tablas en las pp 278-280.)

268. La "Estela israelita" de Merneptah, el único monumento egipcio que
menciona el nombre de Israel (en el recuadro blanco) en jeroglíficos.

Durante su reino de 22 años, Jeroboam I (931-910 a.C.) se vio envuelto en una
sucesión de batallas con Roboam de Judá, y sufrió una perjudicial invasión
egipcia. Su dinastía terminó con el asesinato de su hijo Nadab (910-909 a.C.)
cometido por Baasa (909-886 a.C.), cuyo malvado reinado estuvo marcado por
guerras con Judá y Siria. Con el asesinato del hijo de Baasa, Ela (886-885
a.C.). por uno de sus generales, Zimri (que reinó por 7 días en el 885 a.C).
terminó la 2a dinastía israelita. Un golpe militar dirigido por Omri (885-874
a.C.), que en ese momento estaba en una campaña contra los filisteos, a su vez
terminó con el breve reinado de Zimri. Tibni, un rival de Omri, pronto fue
eliminado, y éste fundó una dinastía que sobrevivió 44 años, Omri seleccionó el
fácilmente fortificable monte de Samaria como su capital, y la convirtió en un
bastión inexpugnable, que más tarde resistió el sitio hasta que los alimentos y
el agua en la ciudad quedaron agotados. Omri entró en cordiales relaciones
comerciales y políticas con Fenicia, y arregló el casamiento de su hijo Acab
con Jezabel, hija del rey de Tiro. Como afirma la Piedra Moabita* erigida por
el rey Mesa de Moab, Omri subyugó Moab y la puso bajo tributo. 592

Con el ascenso de Acab al trono (874-853 a.C.), Israel dio un paso
significativo hacia una apostasía más profunda, principalmente por causa de su
debilidad de carácter y la política agresiva de su esposa fenicia, Jezabel.
Ella se embarcó en un decidido programa de erradicación de la adoración de
Yahweh y su reemplazo con la adoración de Baal como culto nacional. En esta
crisis espiritual los profetas Elías y Eliseo osadamente abogaron por la fe de
sus padres. El reinado de Acab tuvo alguna medida de prosperidad material y
éxito militar. En una alianza con Ben-hadad, rey de Damasco, y otros reyes,
temporariamente frenó el avance de los asirios hacia el oeste en la famosa
batalla de Qarqar (853 a.C.), pero perdió su vida poco después en un inútil
intento de recuperar Ramot de Galaad (1 R. 22). Ocozías, hijo de Acab (853-852
a.C.) sucedió brevemente a su padre, y fue reemplazado por su hermano Joram
(852-841 a.C.). Este hizo vanos intentos de perpetuar la hegemonía israelita
sobre la tierra de Moab (2 R. 3:4-27), y se ocupó en una serie de campañas
militares fallidas contra los sirios (cps 6 y 7). Mientras se recuperaba de las
heridas de una batalla en Jezreel, fue asesinado por Jehú, comandante de su
ejército, que eliminó la casa de Omri, incluyendo a Jezabel, y se estableció
como rey (8:28, 29; 9:24-10:17).

La dinastía fundada por Jehú (841- 814 a.C.) duró 90 años, o casi la mitad de
la historia de Irael como reino separado. Erradicó la adoración de Baal,
pero sus reformas dejaron en pie la adoración del buey o becerro establecida
por Jeroboam. Jehú voluntariamente se hizo vasallo de Asiria, pagando tributo
a Salmanasar III (figs 269, 274), probablemente a cambio por su ayuda contra
Hazael de Siria. Durante todo el reinado de Joacaz (814-798 a.C.), hijo y
sucesor de Jehú, hubo guerra casi continua con Siria, e Israel fue reducido a
un estado de impotencia. Joás (798-782 a.C.) sucedió a su padre Joacaz en el
trono y recupero todas las regiones que su padre había perdido ante los sirios.
Joás también se vio forzado a entrar en guerra con Judá: capturó a su rey,
entró en Jerusalén y llevó muchos tesoros y cautivos con él a Samaria (2 R.
14:8-14). Aparentemente para cuidar de la continuidad de la dinastía, Joás
habría asociado a su hijo, Jeroboam II, para ocupar el trono por unos 12 años
(c 793-c 782 a.C.). Después de la muerte de Joás, Jeroboam II gozó de un largo
y próspero reinado de casi 30 años (782-753 a.C.), durante el cual recuperó,
con excepción de Judá, prácticamente todo el territorio que Israel había
perdido desde la edad de oro de David y Salomón (vs 23-27). Un período de
debilidad politica de los vecinos de Israel, particularmente de Asiria, les
impidió tomar represalias. Como lo dice muy claro el libro de Oseas, la
engañosa prosperidad material y política que caracterizó el reinado de Jeroboam
II estuvo acompañado por la más degradada corrupción moral y social. Su hijo,
Zacarías, sólo reinó 6 meses (c 753-752 a.C.) antes de ser asesinado por Salum
(15:8-12).

269. Cinco israelitas portadores de tributos, un panel del Obelisco Negro de
Salmanasar III (Museo Británico).

Treinta años de anarquía política y caos nacional sucedieron a la muerte de
Zacarías. Después de la caída de la dinastía fundada por Jehú, siguieron 5
reyes en rápida sucesión, Salum (752 a.C.), el asesino de Zacarías, a su vez
fue muerto por Manahem después de un breve reinado de sólo 1 mes. Manahem
(752-742 a.C.) suprimió cruelmente toda oposición a su gobiemo, y exigió un
pesado tributo sobre su pueblo para sobornar a Tiglat-pileser III de Asiria (2
R. 15:19, 20). Hacia el fin del reinado de Manahem, Israel había perdido una
vez más el territorio que había recuperado bajo Jeroboam II. El hijo de
Manahem, Pekaía, estuvo en el trono durante 2 años (742-740 a.C.), sólo para
ser asesinado por Peka (740-732 a.C.), quien parece que pretendió haber estado
en el trono durante los 12 años anteriores o realmente había sido un rey rival
sobre una porción de la nación desde la muerte de Zacarías o la de Salum. Peka
hizo una alianza con Siria para una fracasada campaña contra Jerusalén,
probablemente para conseguir que Acaz se uniera a ellos contra Asiria
(15:37;16:5-9). En cambio, Acaz buscó y consiguió la ayuda de Tigiat-pileser.
Peka perdió ante Asiria sus territorios del norte y del este (15:29- fig 49).
Su reinado sin gloria terminó cuando lo asesinó Oseas (732-722 a.C.), que lo
sucedió en el trono como el 20o y último rey de Israel. Una alianza
desesperada con un rey egipcio de Saïs no pudo detener la disolución de su
reino y la captura de su capital. 593 Samaria, por Salmanasar V o Sargón II
(723/22 a.C.). El reino de Israel del norte llegó así a un trágico fin,
testigo involuntario de la suerte de una nación que rehusó caminar en los
senderos de Dios.

4. A veces este nombre se aplica por igual a los reinos de Israel y de Judá
durante el tiempo de la monarquía dividida (Is. 8:14), quizás en el sentido del
pacto. Después de la disolución del reino del norte, el nombre se usó
comúnmente para referirse al pueblo del reino de Judá, aún durante el período
de la cautividad babilónica (Is. 1:3; cf v 1; Ez. 3:1, 7; etc.). En el NT se
aplica la designación en un sentido espiritual a los cristianos (Gá. 6:16;
etc.).

5. Monte, montaña y/o cadena montañosa que ocupaba el territorio del reino de
Israel (Ez. 6:2, 3; 33:28; etc.).

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