Hechos 5:8 - Biblia de Jerusalén Segunda Edición

Libro de Hechos
Capitulos:

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1 - Un hombre llamado Ananías, de acuerdo con su mujer Safira, vendió una propiedad,

2 - y se quedó con una parte del precio, sabiéndolo también su mujer; la otra parte la trajo y la puso a los pies de los apóstoles.

3 - Pedro le dijo: "Ananías, ¿cómo es que Satanás llenó tu corazón para mentir al Espíritu Santo, y quedarte con parte del precio del campo?

4 - ¿Es que mientras lo tenías no era tuyo, y una vez vendido no podías disponer del precio? ¿Por qué determinaste en tu corazón hacer esto? Nos has mentido a los hombres, sino a Dios."

5 - Al oír Ananías estas palabras, cayó y expiró. Y un gran temor se apoderó de cuantos lo oyeron.

6 - Se levantaron los jóvenes, le amortajaron y le llevaron a enterrar.

7 - Unas tres horas más tarde entró su mujer que ignoraba lo que había pasado.

8 - Pedro le preguntó: "Dime, ¿habéis vendido en tanto el campo?" Ella respondió: "Sí, en eso."

9 - Y Pedro le replicó: "¿Cómo os habéis puesto de acuerdo para poner a prueba al Espíritu del Señor? Mira, aquí a la puerta están los pies de los que han enterrado a tu marido; ellos te llevarán a ti."

10 - Al instante ella cayó a sus pies y expiró. Entrando los jóvenes, la hallaron muerta, y la llevaron a enterrar junto a su marido.

11 - Un gran temor se apoderó de toda la Iglesia y de todos cuantos oyeron esto.

12 - Por mano de los apóstoles se realizaban muchas señales y prodigios en el pueblo... Y solían estar todos con un mismo espíritu en el pórtico de Salomón,

13 - pero nadie de los otros se atrevía a juntarse a ellos, aunque el pueblo hablaba de ellos con elogio.

14 - Los creyentes cada vez en mayor número se adherían al Señor, una multitud de hombres y mujeres.

15 - ... hasta tal punto que incluso sacaban los enfermos a las plazas y los colocaban en lechos y camillas, para que, al pasar Pedro, siquiera su sombra cubriese a alguno de ellos.

16 - También acudía la multitud de las ciudades vecinas a Jerusalén trayendo enfermos y atormentados por espíritus inmundos; y todos eran curados.

17 - Entonces se levantó el Sumo Sacerdote, y todos los suyos, los de la secta de los saduceos, y llenos de envidia,

18 - echaron mano a los apóstoles y les metieron en la cárcel pública.

19 - Pero el Ángel del Señor, por la noche, abrió las puertas de la prisión, les sacó y les dijo:

20 - "Id, presentaos en el Templo y decid al pueblo todo lo referente a esta Vida."

21 - Obedecieron, y al amanecer entraron en el Templo y se pusieron a enseñar. Llegó el Sumo Sacerdote con los suyos, convocaron el Sanedrín y todo el Senado de los hijos de Israel, y enviaron a buscarlos a la cárcel.

22 - Cuando llegaron allí los alguaciles, no los encontraron en la prisión; y volvieron a darles cuenta

23 - y les dijeron: "Hemos hallado la cárcel cuidadosamente cerrada y los guardias firmes ante las puertas; pero cuando abrimos, no encontramos a nadie dentro."

24 - Cuando oyeron esto, tanto el jefe de la guardia del Templo como los sumos sacerdotes se preguntaban perplejos qué podía significar aquello.

25 - Se presentó entonces uno que les dijo: "Mirad, los hombres que pusisteis en prisión están en el Templo y enseñan al pueblo."

26 - Entonces el jefe de la guardia marchó con los alguaciles y les trajo, pero sin violencia, porque tenían miedo de que el pueblo les apedrease.

27 - Les trajeron, pues, y les presentaron en el Sanedrín. El Sumo Sacerdote les interrogó

28 - y les dijo: "Os prohibimos severamente enseñar en ese nombre, y sin embargo vosotros habéis llenado Jerusalén con vuestra doctrina y queréis hacer recaer sobre nosotros la sangre de ese hombre."

29 - Pedro y los apóstoles contestaron: "Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.

30 - El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús a quien vosotros disteis muerte colgándole de un madero.

31 - A éste le ha exaltado Dios con su diestra como Jefe y Salvador, para conceder a Israel la conversión y el perdón de los pecados.

32 - Nosotros somos testigos de estas cosas, y también el Espíritu Santo que ha dado Dios a los que le obedecen."

33 - Ellos, al oír esto, se consumían de rabia y trataban de matarlos.

34 - Entonces un fariseo llamado Gamaliel, doctor de la ley, con prestigio ante todo el pueblo, se levantó en el Sanedrín. Mandó que se hiciera salir un momento a aquellos hombres,

35 - y les dijo: "Israelitas, mirad bien lo que vais a hacer con estos hombres.

36 - Porque hace algún tiempo se levantó Teudas, que pretendía ser alguien y que reunió a su alrededor unos cuatrocientos hombres; fue muerto y todos los que le seguían se disgregaron y quedaron en nada.

37 - Después de éste, en los días del empadronamiento, se levantó Judas el Galileo, que arrastró al pueblo en pos de sí; también éste pereció y todos los que le habían seguido se dispersaron.

38 - Os digo, pues, ahora: desentendeos de estos hombres y dejadlos. Porque si esta idea o esta obra es de los hombres, se destruirá;

39 - pero si es de Dios, no conseguiréis destruirles. No sea que os encontréis luchando contra Dios." Y aceptaron su parecer.

40 - Entonces llamaron a los apóstoles; y, después de haberles azotado, les intimaron que no hablasen en nombre de Jesús. Y les dejaron libres.

41 - Ellos marcharon de la presencia del Sanedrín contentos por haber sido considerados dignos de sufrir ultrajes por el Nombre.

42 - Y no cesaban de enseñar y de anunciar la Buena Nueva de Cristo Jesús cada día en el Templo y por las casas.