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1 - = Del maestro de coro. De los hijos de Coré. Poema. =
2 - (3) y con tu propia mano. Para plantarlos a ellos, expulsaste naciones, para ensancharlos, maltrataste pueblos;
3 - (4) no por su espada conquistaron la tierra, ni su brazo les dio la victoria, sino que fueron tu diestra y tu brazo, y la luz de tu rostro, porque los amabas.
4 - (5) Tú sólo, oh Rey mío, Dios mío, decidías las victorias de Jacob;
5 - (6) por ti nosotros hundíamos a nuestros adversarios, por tu nombre pisábamos a nuestros agresores.
6 - (7) No estaba en mi arco mi confianza, ni mi espada me hizo vencedor;
7 - (8) que tú nos salvabas de nuestros adversarios, tú cubrías de vergüenza a nuestros enemigos;
8 - (9) en Dios todo el día nos gloriábamos, celebrando tu nombre sin cesar. = Pausa. =
9 - (10) Y con todo, nos has rechazado y confundido, no sales ya con nuestras tropas,
10 - (11) nos haces dar la espalda al adversario, nuestros enemigos saquean a placer.
11 - (12) Como ovejas de matadero nos entregas, y en medio de los pueblos nos has desperdigado;
12 - (13) vendes tu pueblo sin ventaja, y nada sacas de su precio.
13 - (14) De nuestros vecinos nos haces la irrisión, burla y escarnio de nuestros circundantes;
14 - (15) mote nos haces entre las naciones, meneo de cabeza entre los pueblos.
15 - (16) Todo el día mi ignominia está ante mí, la vergüenza cubre mi semblante,
16 - (17) bajo los gritos de insulto y de blasfemia, ante la faz del odio y la venganza.
17 - (18) Nos llegó todo esto sin haberte olvidado, sin haber traicionado tu alianza.
18 - (19) ¡No habían vuelto atrás nuestros corazones, ni habían dejado nuestros pasos tu sendero,
19 - (20) para que tú nos aplastaras en morada de chacales, y nos cubrieras con la sombra de la muerte!
20 - (21) Si hubiésemos olvidado el nombre de nuestro Dios o alzado nuestras manos hacia un dios extranjero,
21 - (22) ¿no se habría dado cuenta Dios, él, que del corazón conoce los secretos?
22 - (23) Pero por ti se nos mata cada día, como ovejas de matadero se nos trata.
23 - (24) ¡Despierta ya! ¿Por qué duermes, Señor? ¡Levántate, no rechaces para siempre!
24 - (25) ¿Por qué ocultas tu rostro, olvidas nuestra opresión, nuestra miseria?
25 - (26) Pues nuestra alma está hundida en el polvo, pegado a la tierra nuestro vientre.
26 - (27) ¡Alzate, ven en nuestra ayuda, rescátanos por tu amor!