Hechos 27:35 - Biblia de Jerusalén Primera Edición (1976)

Libro de Hechos
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1 - Cuando se decidió que nos embarcásemos rumbo a Italia, fueron confiados Pablo y algunos otros prisioneros a un centurión de la cohorte Augusta, llamado Julio.

2 - Subimos a una nave de Adramitio, que iba a partir hacia las costas de Asia, y nos hicimos a la mar. Estaba con nosotros Aristarco, macedonio de Tesalónica.

3 - Al otro día arribamos a Sidón. Julio se portó humanamente con Pablo y le permitió ir a ver a sus amigos y ser atendido por ellos.

4 - Partimos de allí y navegamos al abrigo de las costas de Chipre, porque los vientos eran contrarios.

5 - Atravesamos los mares de Cilicia y Panfilia y llegamos al cabo de quince días a Mira de Licia.

6 - Allí encontró el centurión una nave alejandrina que navegaba a Italia, y nos hizo subir a bordo.

7 - Durante muchos días la navegación fue lenta y a duras penas llegamos a la altura de Gnido. Como el viento no nos dejaba entrar en puerto, navegamos al abrigo de Creta por la parte de Salmone;

8 - y costeándola con dificultad, llegamos a un lugar llamado Puertos Buenos, cerca del cual se encuentra la ciudad de Lasea.

9 - Había transcurrido bastante tiempo y la navegación era peligrosa, pues incluso había ya pasado el Ayuno. Pablo les advertía:

10 - «Amigos, veo que la navegación va a traer gran peligro y grave daño no sólo para el cargamento y la nave, sino también para nuestras propias personas.»

11 - Pero el centurión daba más crédito al piloto y al patrón que no a las palabras de Pablo.

12 - Como el puerto no era a propósito para invernar, la mayoría decidió hacerse a la mar desde allí, por si era posible llegar a Fénica, un puerto de Creta que mira al suroeste y al noroeste, y pasar allí el invierno.

13 - Soplaba ligeramente entonces el viento del sur y creyeron que podían poner en práctica su propósito; levaron anclas y fueron costeando Creta de cerca.

14 - Pero no mucho después se desencadenó un viento huracanado procedente de la isla, llamado Euroaquilón.

15 - La nave fue arrastrada y, no pudiendo hacer frente al viento, nos abandonamos a la deriva .

16 - Navegando a sotavento de una isleta llamada Cauda, pudimos con mucha dificultad hacernos con el bote.

17 - Una vez izado el bote se emplearon los cables de refuerzo, ciñendo el casco por debajo; y por miedo a chocar contra la Sirte, se echó el ancla flotante. Así se iba a la deriva.

18 - Y como el temporal seguía sacudiéndonos furiosamente, al día siguiente aligeraron la nave.

19 - Y al tercer día con sus propias manos arrojaron al mar el aparejo de la nave.

20 - Durante muchos días no apareció el sol ni las estrellas; teníamos sobre nosotros una tempestad no pequeña; toda esperanza de salvarnos iba desapareciendo.

21 - Hacía ya días que no habíamos comido; entonces Pablo se puso en medio de ellos y les dijo: «Amigos, más hubiera valido que me hubierais escuchado y no haberos hecho a la mar desde Creta; os hubierais ahorrado este peligro y esta pérdida.

22 - Pero ahora os recomiendo que tengáis buen ánimo; ninguna de vuestras vidas se perderá; solamente la nave.

23 - Pues esta noche se me ha presentado un ángel del Dios a quien pertenezco y a quien doy culto,

24 - y me ha dicho: “No temas, Pablo; tienes que comparecer ante el César; y mira, Dios te ha concedido la vida de todos los que navegan contigo.”

25 - Por tanto, amigos, ¡ánimo! Yo tengo fe en Dios de que sucederá tal como se me ha dicho.

26 - Iremos a dar en alguna isla.»

27 - Era ya la décima cuarta noche que íbamos a la deriva por el Adriático, cuando hacia la media noche presintieron los marineros la proximidad de tierra.

28 - Sondearon y hallaron veinte brazas; un poco más lejos sondearon de nuevo y hallaron quince brazas.

29 - Temerosos de que fuésemos a chocar contra algunos escollos, echaron cuatro anclas desde la popa y esperaban ansiosamente que se hiciese de día.

30 - Los marineros intentaban escapar de la nave, y estaban ya arriando el bote con el pretexto de echar los cables de las anclas de proa.

31 - Pero Pablo dijo al centurión y a los soldados: «Si no se quedan éstos en la nave, vosotros no os podréis salvar.»

32 - Entonces los soldados cortaron las amarras del bote y lo dejaron caer.

33 - Mientras esperaban que se hiciera de día, Pablo aconsejaba a todos que tomasen alimento diciendo: «Hace ya catorce días que, en continua expectación, estáis en ayunas, sin haber comido nada.

34 - Por eso os aconsejo que toméis alimento, pues os conviene para vuestra propia salvación; que ninguno de vosotros perderá ni un solo cabello de su cabeza.»

35 - Diciendo esto, tomó pan, dio gracias a Dios en presencia de todos, lo partió y se puso a comer.

36 - Entonces todos los demás se animaron y tomaron también alimento.

37 - Estábamos en total en la nave 276 personas.

38 - Una vez satisfechos, aligeraron la nave arrojando el trigo al mar.

39 - Cuando vino el día, los marineros no reconocían la tierra; solamente podían divisar una ensenada con su playa; y resolvieron lanzar la nave hacia ella, si fuera posible.

40 - Soltaron las anclas que dejaron caer al mar; aflojaron al mismo tiempo las ataduras de los timones; después izaron al viento la vela artimón y pusieron rumbo a la playa.

41 - Pero tropezaron contra un lugar con mar por ambos lados, y encallaron allí la nave; la proa clavada, quedó inmóvil; en cambio la popa, sacudida violentamente, se iba deshaciendo.

42 - Los soldados entonces resolvieron matar a los presos, no fuera que alguno se escapase a nado;

43 - pero el centurión, que quería salvar a Pablo, se opuso a su designio y dio orden de que los que supieran nadar se arrojasen los primeros al agua y ganasen la orilla;

44 - y los demás saliesen unos sobre tablones, otros sobre los despojos de la nave. De esta forma todos llegamos a tierra sanos y salvos.