Mateo 9:6 - La Biblia Textual

Libro de Mateo
Capitulos:

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1 - Y entrando en una barca, pasó a la otra orilla y fue a su propia ciudad.

2 - Y he aquí le trajeron un paralítico, echado en un catre, y viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Ten ánimo, hijo, tus pecados te son perdonados.

3 - Pero algunos de los escribas decían dentro de sí: Éste blasfema.

4 - Y viendo Jesús sus pensamientos, dijo: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones?

5 - Porque, ¿qué es más fácil, decir: Tus pecados son perdonados, o decir: Levántate y anda?

6 - Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene en la tierra autoridad de perdonar pecados (dice entonces al paralítico): ¡Levántate, toma tu catre y vete a tu casa!

7 - Y él, siendo levantado, se fue a su casa.

8 - Al ver esto, las multitudes tuvieron temor y glorificaron a Dios, porque había dado tal autoridad a los hombres.

9 - Pasando de allí, Jesús vio a un hombre sentado en el lugar de los tributos, llamado Mateo, y le dice: Sígueme. Y levantándose, lo siguió.

10 - Y aconteció que estando Él reclinado a la mesa en la casa, he aquí que muchos publicanos y pecadores llegaron y se reclinaron a la mesa con Jesús y sus discípulos.

11 - Y viendo esto, los fariseos decían a sus discípulos: ¿Por qué vuestro maestro come con los publicanos y pecadores?

12 - Pero cuando Él lo oyó, dijo: No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos.

13 - ¡Id y aprended qué significa: Misericordia quiero y no sacrificio!, porque no vine a llamar a justos sino a pecadores.

14 - Llegaron a Él los discípulos de Juan, diciendo: ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos, y tus discípulos no ayunan?

15 - Jesús les dijo: ¿Acaso los que asisten al esposo pueden tener luto mientras el esposo está con ellos? Pero vendrán días cuando les sea quitado el esposo; entonces ayunarán.

16 - Nadie pone un remiendo de paño nuevo sobre un vestido viejo, pues tal remiendo tira del vestido, y se hace una rotura peor.

17 - Ni echan un vino nuevo en odres viejos; de otra manera, los odres se revientan y el vino se derrama, y se echan a perder los odres; sino que echan un vino nuevo en odres nuevos, y ambos se conservan juntamente.

18 - Mientras Él les hablaba estas cosas, de pronto llegó un principal y se postraba ante Él, diciendo: Mi hija acaba de morir, pero ven, pon tu mano sobre ella, y vivirá.

19 - Y levantándose Jesús lo siguió, juntamente con sus discípulos.

20 - Y he aquí una mujer enferma de flujo de sangre desde hacía doce años, se acercó por detrás y agarró el borde de su manto.

21 - (Porque decía dentro de sí: Si sólo agarro su manto, seré sanada.)

22 - Jesús entonces volviéndose, la miró y le dijo: ¡Ten ánimo, hija, tu fe te ha salvado! Y la mujer fue salva desde aquella hora.

23 - Cuando llegó a la casa del principal, viendo a los flautistas y a la muchedumbre que alborotaba,

24 - Jesús les dijo: Retiraos, porque la muchacha no ha muerto, sino que duerme. Pero se burlaban de Él.

25 - Mas cuando la muchedumbre fue echada fuera, entró y tomó a la muchacha de la mano, y fue levantada.

26 - Y se difundió la fama de ello por toda aquella tierra.

27 - Y pasando Jesús de allí, lo siguieron dos ciegos diciendo a gritos: ¡Ten misericordia de nosotros, Hijo de David!

28 - Y llegando a la casa, acudieron a Él los ciegos. Jesús les dice: ¿Creéis que puedo hacer esto? Le respondieron: Sí, Señor.

29 - Entonces les tocó los ojos, diciendo: Conforme a vuestra fe os sea hecho.

30 - Y se les abrieron los ojos. Y Jesús les encargó rigurosamente, diciendo: Mirad que nadie lo sepa.

31 - Pero ellos, en cuanto salieron, divulgaron su fama en toda aquella tierra.

32 - Al salir ellos, he aquí le trajeron un mudo endemoniado.

33 - Y echado fuera el demonio, el mudo habló, y la multitud, asombrada, exclamó: ¡Nunca se vio cosa igual en Israel!

34 - Pero los fariseos decían: Éste echa fuera los demonios por el príncipe de los demonios.

35 - Jesús recorría todas las ciudades y las aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, proclamando el Evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia.

36 - Y viendo las multitudes, se le enternecieron las entrañas por ellas, porque estaban agotadas y abatidas como ovejas que no tienen pastor.

37 - Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, pero los obreros pocos.

38 - Rogad pues al Señor de la mies, para que envíe obreros a su mies.