Capitulos:
12345
1 - ¡Pobrecita de ti, Jerusalén! Cuando Dios se enojó contigo, derribó tu templo y acabó con tu belleza. Ni siquiera se acordó de tu reino en este mundo.
2 - Ofendido y enojado, Dios destruyó por completo todas las casas de Israel. Derribó las fortalezas de Judá; quitó al rey de su trono, y puso en vergüenza a sus capitanes.
3 - Borró Dios nuestro poder cuando se enojó con nosotros. Nos enfrentamos al enemigo, pero Dios nos retiró su ayuda. ¡Todo Israel arde en llamas! ¡Todo lo destruye el fuego!
4 - Rompió en mil pedazos las casas de Jerusalén, y acabó con nuestros seres queridos. Como si fuera nuestro enemigo, decidió quitarnos la vida; su enojo fue como un fuego que nos destruyó por completo.
5 - El llanto por los muertos se oye por todo Judá. Dios parece nuestro enemigo, pues ha acabado con nosotros. ¡Todas sus fortalezas y palacios han quedado en ruinas!
6 - Como quien derriba una choza, Dios destruyó su templo. Ya nadie en Jerusalén celebra los sábados ni los días de fiesta. Dio rienda suelta a su enojo contra el rey y los sacerdotes.
7 - Incitó al ejército enemigo a conquistar Jerusalén, y el enemigo gritó en su templo como si estuviera de fiesta. ¡Dios ha rechazado por completo su altar y su santuario!
8 - Todos los muros y las rampas son ahora un montón de escombros. Dios decidió derribar el muro que protegía a Jerusalén. Todo lo tenía planeado; ¡la destruyó sin compasión!
9 - ¡Adiós, maestros de la ley! ¡Adiós, profetas! ¡Dios ya no habla con nosotros! El rey y los capitanes andan perdidos entre las naciones. La ciudad quedó desprotegida, pues Dios derribó sus portones.
10 - De luto están vestidos los ancianos de Jerusalén. En silencio se sientan en el suelo y se cubren de ceniza la cabeza. ¡Las jóvenes de Jerusalén bajan la cabeza llenas de vergüenza!
11 - Estoy muy triste y desanimado porque ha sido destruida mi ciudad. ¡Ya no me quedan lágrimas! ¡Siento que me muero! Por las calles de Jerusalén veo morir a los recién nacidos.
12 - Tímidamente claman los niños: «¡Mamá, tengo hambre!»; luego van cerrando los ojos y mueren en las calles, en brazos de su madre.
13 - Incomparable eres tú, Jerusalén; ¿Qué más te puedo decir? ¿Qué puedo hacer para consolarte, bella ciudad de Jerusalén? Tus heridas son muy profundas; ¿quién podría sanarlas?
14 - Jamás te dijeron la verdad; los profetas te mintieron. Si no te hubieran engañado, ahora estarías a salvo. Pero te hicieron creer en mentiras y no señalaron tu maldad.
15 - «¿En dónde quedó la hermosura de la bella Jerusalén, la ciudad más alegre del mundo?» Eso preguntan al verte los que pasan por el camino, y se burlan de tu desgracia.
16 - Rabiosos están tus enemigos, y no dejan de hablar mal de ti. Gritan en son de victoria: «¡Llegó el día que habíamos esperado! ¡Hemos acabado con Jerusalén, y hemos vivido para contarlo!»
17 - Una vez, años atrás, Dios juró que te destruiría, y ha cumplido su palabra: te destruyó sin compasión, y permitió que tus enemigos te vencieran y te humillaran.
18 - Sí, bella Jerusalén, deja que tus habitantes se desahoguen ante Dios. Y tú, no dejes de llorar; ¡da rienda suelta a tu llanto de día y de noche!
19 - Alza la voz y ruega a Dios por la vida de tus niños, que por falta de comida caen muertos por las calles. Clama a Dios en las noches; cuéntale cómo te sientes.
20 - Las madres están por comerse a los hijos que tanto aman. Los sacerdotes y los profetas agonizan en tu templo. Piensa por favor, Dios mío, ¿a quién has tratado así?
21 - En tu enojo les quitaste la vida a los jóvenes y a los ancianos. Mis muchachos y muchachas cayeron muertos por las calles bajo el golpe de la espada; ¡no les tuviste compasión!
22 - Nadie quedó con vida el día que nos castigaste; fue como una gran fiesta para el ejército enemigo: murieron todos mis familiares, ¡nos atacaste por todos lados!