Jeremias 4:18 - La Biblia Reina Valera 1862

Libro de Jeremias
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1 - SI te volvieres a mí, o! Israel, dijo Jehová, tendrás reposo; y si quitares de delante de mí tus abominaciones, no andarás de acá para allá.

2 - Y jurarás: Vive Jehová, con verdad, con juicio, y con justicia; y bendecirse han en él las naciones, y en él se gloriarán.

3 - Porque así dijo Jehová a todo varón de Judá y de Jerusalem: Barbechád barbecho para vosotros, y no sembréis sobre espinas.

4 - Circuncidáos a Jehová, y quitád los prepucios de vuestro corazón, varones de Judá, y moradores de Jerusalem; porque mi ira no salga como fuego, y se encienda, y no haya quien apague, por la malicia de vuestras obras.

5 - Denunciád en Judá, y hacéd oir en Jerusalem, y decíd: Sonád trompeta en la tierra, pregonád: juntád, y decíd: Juntáos, y entrémosnos en las cuidades fuertes:

6 - Alzád bandera en Sión: juntáos, no os detengáis; porque yo hago venir mal de la parte del aquilón, y quebrantamiento grande.

7 - El león sube de su enramada, y el destruidor de naciones es partido: salió de su asiento para poner tu tierra en soledad: tus ciudades serán asoladas sin morador.

8 - Por esto vestíos de sacos, endechád, y aullád; porque la ira de Jehová no se ha apartado de nosotros.

9 - Y será que en aquel día, dice Jehová, el corazón del rey desfallecerá, y el corazón de los príncipes; y los sacerdotes estarán atónitos, y los profetas se maravillarán.

10 - (Y dije: ¡Ay, ay, Jehová Dios! verdaderamente engañando has engañado a este pueblo, y a Jerusalem, diciendo: Paz tendréis; y la espada ha venido hasta el alma,)

11 - En aquel tiempo se dirá de este pueblo, y de Jerusalem: Viento seco de las alturas del desierto vino a la hija de mi pueblo, no para aventar, ni para limpiar.

12 - Viento más vehemente que estos me vendrá a mí; porque ahora yo hablaré juicios con ellos.

13 - He aquí que subirá como nube, y su carro, como torbellino: más ligeros son sus caballos que las águilas. ¡Ay de nosotros! porque dados somos a saco.

14 - Lava de la malicia tu corazón, o! Jerusalem, para que seas salva: ¿Hasta cuándo dejarás estár en medio de tí los pensamientos de tu iniquidad?

15 - Porque la voz del que trae las nuevas desde Dan, y del que hace oir la calamidad desde el monte de Efraim.

16 - Decíd de las naciones, he aquí, hacéd oir de Jerusalem: Guardas vienen de tierra lejana, y darán su voz sobre las ciudades de Judá.

17 - Como las guardas de las heredades, estuvieron sobre ella en derredor; porque se rebeló contra mí, dijo Jehová.

18 - Tu camino y tus obras te hicieron esto, esta tu maldad: por lo cual amargura penetrará hasta tu corazón.

19 - Mis entrañas, mis entrañas, me duelen las telas de mi corazón: mi corazón ruge dentro de mí: no callaré, porque voz de trompeta has oido, o! alma mía, pregón de guerra.

20 - Quebrantamiento sobre quebrantamiento es llamado, porque toda la tierra es destruida: en un punto son destruidas mis tiendas, en un momento mis cortinas.

21 - ¿Hasta cuándo tengo de ver bandera, tengo de oir voz de trompeta?

22 - Porque mi pueblo insensato, a mí no conocieron los hijos ignorantes, y los no entendidos: sabios para mal hacer, y para bien hacer no supieron.

23 - Ví la tierra, y he aquí que estaba asolada y vacía; y los cielos, y ho había en ellos luz.

24 - Miré los montes, y he aquí que temblaban, y todos los collados fueron destruidos.

25 - Miré, y no parecía hombre, y todas las aves del cielo se habían ido.

26 - Miré, y he aquí el Carmelo desierto, y todas sus ciudades eran asoladas a la presencia de Jehová, a la presencia de la ira de su furor.

27 - Porque Jehová dijo así: Toda la tierra se asolará; empero no haré consumación.

28 - Por esto la tierra será asolada, y los cielos arriba se oscurecerán; porque hablé, pensé, y no me arrepentí, ni me tornaré de ello.

29 - Del estruendo de la gente de a caballo y de los flecheros huyó toda ciudad: entráronse en las espesuras de los bosques, y subiéronse en peñascos: toda ciudad fué desamparada, y no quedó en ellas morador alguno.

30 - ¿Y tú, destruida, qué harás? Que te vistes de grana, que te adornas con atavíos de oro, que alcoholas con alcohol tus ojos, por demás te engalanas: los amadores te menospreciaron, tu alma buscarán.

31 - Porque voz oí como de mujer que está de parto, angustia como de la que pare primogénito: voz de la hija de Sión que lamenta, extiende sus manos: ¡Ay ahora de mi! que mi alma desmaya a causa de los matadores.