Lamentaciones 2:16 - Nueva Reina Valera 1990 (Adventista)

Libro de Lamentaciones
Capitulos:

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1 - ¡Cómo oscureció el Señor en su enojo a la bella Sión! Derribó del cielo a la tierra la hermosura de Israel, no se acordó del estrado de sus pies en el día de su enojo.

2 - Destruyó el Señor, y no perdonó; destruyó en su enojo todas las tiendas de Jacob, echó por tierra las fortalezas de la hija de Judá, humilló el reino y sus príncipes.

3 - En el furor de su enojo cortó todo el poder de Israel, retiró de él su diestra ante el enemigo, se encendió en Jacob como llama de fuego que devora a su alrededor.

4 - Entesó su arco como enemigo, afirmó y su diestra como adversario, y destruyó cuanto era hermoso. En la tienda de la hija de Sión derramó como fuego su enojo

5 - El Señor llegó a ser como enemigo, destruyó a Israel. Destruyó todos sus palacios, disipó sus fortalezas, multiplicó en la hija de Judá la tristeza y el lamento.

6 - Forzó su cerca como la de un huerto, destruyó el lugar donde se congregaban. El Eterno puso en olvido las fiestas solemnes y los sábados en Sión, y en el ardor de su enojo desechó al rey y al sacerdote.

7 - Desechó el Señor su altar, menospreció su Santuario, entregó al enemigo los muros de sus palacios, y hubo grita en la casa del Eterno como en día de fiesta.

8 - El Eterno determinó destruir las murallas de la hija de Sión. Extendió el cordel, no retrajo su mano de destruir. Hizo gemir el muro y antemuro, y juntos fueron destruidos.

9 - Sus puertas fueron echadas por tierra, rompió sus cerrojos. Su rey y sus príncipes, están entre las naciones donde no hay Ley. Sus profetas tampoco recibieron visión del Eterno.*

10 - Se sentaron en tierra, callaron los ancianos de la hija de Sión, echaron polvo sobre sus cabezas, se ciñeron de saco;* las doncellas de Jerusalén bajaron sus cabezas a tierra.

11 - Mis ojos desfallecieron de lágrimas, se conmovieron mis entrañas. Mi ánimo se derramó por tierra por el quebranto de la hija de mi pueblo, cuando desfallecían el niño y el infante en las plazas de la ciudad.

12 - Decían a sus madres: "¿Dónde están el trigo y el vino?" Desfallecían como heridos en las calles de la ciudad, y exhalaban su vida en el regazo de sus madres.

13 - ¿Qué testigo te traeré? ¿A quién te asemejaré, hija de Jerusalén? ¿A quién te compararé para consolarte, doncella, hija de Sión? Grande es tu quebranto como el mar, ¿quién te sanará?

14 - Tus profetas vieron para ti vanidad y locura, y no descubrieron tu pecado para evitar tu cautiverio, sino que te predicaron vanas profecías y extravíos.

15 - Todos los que pasaban por el camino, batían las manos sobre ti, silbaban y movían sus cabezas sobre Jerusalén, diciendo: "¿Es ésta la ciudad que decían de perfecta hermosura, el gozo de toda la tierra?"

16 - Todos tus enemigos abrieron sobre ti su boca. Se burlaron, rechinaron los dientes, y dijeron: "La hemos devorado. Este es el día que esperábamos, lo hemos logrado, lo hemos visto".

17 - El Eterno realizó lo que tenía determinado, cumplió la amenaza que había pronunciado desde tiempo antiguo. Destruyó, y no perdonó. Alegró al enemigo sobre ti, enalteció el poder de tus adversarios.

18 - Clama desde el fondo de tu corazón al Señor, hija de Sión, echa lágrimas como un arroyo, día y noche. No descanses, ni cesen las niñas de tus ojos.

19 - Levántate, clama en la noche, al principio de las vigilias, derrama como agua tu corazón ante el Señor; alza tus manos a él, por la vida de tus pequeñitos, que desfallecen de hambre en la entrada de todas las calles.

20 - Mira, oh Eterno, y considera a quién has hecho así. ¿Han de comer las mujeres el fruto de sus entrañas, sus propios pequeñuelos? ¿Han de ser muertos en el Santuario del Señor el sacerdote y el profeta?

21 - Niños y ancianos yacían por tierra en las calles, mis doncellas y mis jóvenes cayeron a espada. Mataste en el día de tu enojo, degollaste, no perdonaste.

22 - Convocaste de todas partes mis terrores, como en un día de solemnidad. Y en el día del enojo del Eterno, no hubo quien escapase ni quedase vivo. Los que crié y mantuve, mi enemigo los acabó.