Diccionario Biblico: Pedro


Significado de Pedro

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(gr. Pétros, "piedra" [traducción del aram. Kêfâ, "Cefas", "roca" o
"piedra"]).

Un apóstol, también llamado Simón,* hijo de Jonás (Jn. 1:42). En la KJV se lee
"Bar-jona" (gr. BariÇná [una transliteración del aram. Bar Yônâh, "hijo de
Jonás"; sin embargo, de acuerdo con el libro apócrifo Evangelio a los hebreos,
se debería leer Bar Yôjânân, "hijo de Juan", como dice la BJ en los cps 1:42 y
21:15-17]). En este caso, Barjonás sería un sobrenombre de Simón Pedro (Mt.
16:17).

El nombre de Pedro aparece en 1er lugar en las 4 listas de los Doce en el NT
(Mt. 10:2; Mr. 3:16; Lc. 6:14; Hch. 1:13). Jesús dio a Simón su nuevo nombre,
Pedro, cuando Andrés, su hermano, lo llevó ante Cristo (Jn. 1:40 42); fue el
1er converso cristiano que resultó de lo que podríamos llamar el esfuerzo de un
laico. Su fervor, valor, vigor y capacidad organizadora le ganaron un lugar de
liderazgo entre los discípulos desde el principio. Era un hombre eminentemente
de acción, y su rasgo de carácter más notable fue su entusiasta disposición.
También tenía marcados extremos, con grandes virtudes y serios defectos.
Generalmente era cálido, generoso, intrépido; pero a veces también egoísta,
jactancioso, impulsivo y descuidado. En un momento de crisis podía ser débil,
cobarde y vacilante, y nadie estaba seguro acerca de qué faceta de su carácter
y personalidad predominaría.

Pedro era natural de Betsaida* Julia (Jn. 1:44), en la orilla nororiental del
Mar de Galilea, y pescador por oficio (Mt. 4:18). Estaba casado (Mt. 8:14; 1
Co. 9:5) y vivía con su familia en Capernaum, donde Jesús en una ocasión
restauró la salud de su suegra (Mt. 8:5, 14; Mr. 1:29-31; Lc. 4:31, 38, 39).
Antes de su llamamiento junto al mar (Lc. 5:1-11) había seguido a Jesús en
forma intermitente, volviendo a su casa de tanto en tanto para continuar en su
ocupación habitual. Junto con Jacobo y Juan fue parte del círculo íntimo de
los 3 que tuvieron el privilegio de acompañar a Jesús en ocasiones especiales,
y en la lista de los 3 siempre está 1º. Las 3 veces en las cuales se les
concedió este favor particular fueron: la resurrección de la hija de Jairo (Mr.
5:37), la transfiguración (Mt. 17:1) y la pasión de Jesús en el Getsemaní (Mr.
14:33). A menudo Pedro actuó como el vocero de todos los discípulos (Mt.
15:15; 16:16; 26:35; etc.). En Cesarea de Filipo fue el 1º en confesar
abiertamente que Jesús era el Cristo, el Hijo de Dios (Mt. 16:16), pero
también fue el 1º en criticarlo (vs 22, 23). En la última Cena tuvo dudas de
si debía permitir que Jesús le lavara los pies, pero cuando se dio cuenta de
que ese acto era esencial para el discipulado, con entusiasmo pidió que le
lavara no sólo los pies sino también las manos y la cabeza (Jn. 13:8, 9). La
noche de la traición fue el más enfático en profesar lealtad al Salvador (Mt.
26:33), pero también el 1º en negar a su Maestro y confirmar su triple negación
con un juramento (vs 69-74). Al darse cuenta, demasiado tarde, de lo que había
hecho. "saliendo fuera, lloró amargamente" (v 75). Luego de la resurrección,
Pedro fue el 1º de los Doce a quien Cristo se le apareció (Lc. 24:34; 1 Co.
15:5); y una mañana temprano, cuando Jesús se encontró con sus discípulos a
orillas del Mar de Galilea. Pedro fue el 1º que nadó hacia la costa para
saludar al Maestro (Jn. 21:7). En esa ocasión Jesús le dio a Pedro una triple
oportunidad de confesar su fe y amor, y eliminar así cualquier duda en la mente
de sus condiscípulos acerca de su lealtad (vs 15-17). Después predijo su
muerte como mártir (vs 18, 19), y pocos momentos más tarde reprendió su
curiosidad con respecto a la suerte de Juan (vs 21-24).

En Pentecostés, plenamente convertido, Pedro predicó el gran sermón registrado
en Hch. 2:14-36, un discurso inspirado que condujo a unas 3.000 personas a
creer que Jesús era el Mesías (v 41). Junto con Juan, sanó al paralítico en
la Puerta La Hermosa (3:1-11), y más tarde, rodeado por una multitud en el
templo, testificó en forma elocuente acerca de la muerte, la resurrección y del
poder de Cristo (vs 12-26). Fue arrestado por sanar al paralítico, y cuando
fue llevado ante el Sanedrín para ser interrogado, osadamente testificó otra
vez acerca de Jesús (4:1-12); al ordenársele no predicar más en el nombre del
Señor, Pedro y Juan afirmaron: "No podemos dejar de decir lo que hemos visto y
oído" (vs 19, 20). Desempeñó una parte importante en la recolección y
distribución de regalos que hacían los cristianos más prósperos en favor de sus
hermanos menos afortunados (5:1-11). Se lo 910 llegó a conocer como una
persona a través de la cual operaba el poder divino para sanar a los enfermos
(vs 15,16). Cuando otra vez Pedro y ciertos apóstoles fueron encarcelados
(vs 17,18), un ángel del Señor los liberó y recibieron la orden de predicar
y enseñar en el templo (vs 19, 20). Al hacerlo, fueron citados una vez más
delante del sumo sacerdote (vs 21-27), donde se les recordó la prohibición
anterior (v 28). Pedro respondió: "Es necesario obedecer a Dios antes que a
los hombres" (v 29), y sin temor testificó acerca de Cristo como Salvador de
Israel (vs 30-32). Se habla nuevamente de Pedro cuando junto con Juan, fue
enviado a Samaria para ayudar a Felipe en su ministerio pleno de éxito (Hch.
8:14). Allí reprendió severamente a Simón el Mago por proponer la compra del
poder del Espíritu Santo (vs 18-24). Parece que allí se embarcó en un largo
período de evangelización entre los samaritanos (v 25). Más tarde, en Lida,
sano a Eneas, un paralítico (9:32-35). Llamado a Jope, resucitó a Dorcas de
los muertos y se alojó en casa de Simón, un curtidor (vs 36-43).

Mientras Pedro vivía allí, el Señor lo instruyó, mediante una visión, "que a
ningún hombre llame común o inmundo" (Hch. 10:9-17, 28). La llegada simultánea
de mensajeros de parte de Cornelio lo llevó a comprender el sentido de la
visión y a acompañar a los mensajeros a Cesarea, donde el centurión y su
familia se convirtieron por su ministerio (vs 19-23, 29-48). Citado por sus
hermanos de Jerusalén para explicar su asociación con gentiles, defendió sus
actos señalando que estaban en armonía con el consejo y la conducción
manifiesta del Espíritu Santo (11:1-18). Por ese tiempo, fue apresado una vez
más, pero otra vez fue milagrosamente liberado por un ángel (12:1-11). Primero
fue a la casa de Juan Marcos, donde la iglesia estaba orando por su libertad
(vs 12-17), y luego dejó Jerusalén para quedarse por un tiempo en Cesarea (v
19). En el concilio de Jerusalén, llamado para resolver el problema presentado
por la Iglesia de Antioquía acerca de si los gentiles debían observar los ritos
de la ley judía, Pedro, luego de repasar su experiencia con Cornelio (15:6-9),
concluyó: "¿Por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos
un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?" (v 10).
Cuando visitó Antioquía, en un exceso de prudencia, "se retraía y se apartaba,
porque tenía miedo de los de la circuncisión" (Gá. 2:11, 12), pero Pablo lo
reprendió abiertamente por su inconsecuencia (vs. 13,14). Pedro trabajó
principalmente para sus compatriotas judíos (2:7, 8), y Pablo se refiere a él
como una de las "columnas" de la iglesia de Jerusalén (v 9). Cuando éste
visitó Jerusalén por primera vez después de su conversión, estuvo en la casa de
Pedro unos 15 días (1:18). Algunos creen que Pedro visitó Corinto (véase 1 Co.
1:12) y que trabajó extensamente en diversas partes del Asia Menor (1 P. 1:1).
Glorificó a Dios con la muerte de un mártir (cf Jn. 21:18, 19); de acuerdo con
la tradición, fue crucificado cabeza abajo, en Roma, c 67 d.C.

Bib.: FJ-AJ xviii. 2.1.

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