Diccionario Biblico: Moisés


Significado de Moises

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(heb. y aram. Môsheh [tal vez del verbo heb. mâshâh, "sacar fuera"], "uno
sacado" [de las aguas]; quizá basado en el egip. mÑ o mÑw, "niño", "hijo", "el
nacido de" ; gr. MÇuses).

Los egipcios incorporaron la palabra mÑw, "mosis", en nombres reales como
Amosis, "el nacido de Ah" (la diosa luna); Kamosis, "el nacido de(l alma
deificada de) Ka"; Tutmosis, "el nacido de Tot" (dios escriba); y el nombre
común Ramosis (más tarde Ramsés), "el nacido de Ra" (el dios sol). En la vida
diaria, estos nombres se abreviaban con frecuencia: "Mosis". En forma similar,
el nombre original que la hija de Faraón le dio a Moisés habría incluido el de
alguna deidad del país. Como los egipcios adoraban al Nilo, que deificaban
como "Hapi" (H{py; y que comúnmente llamaban trw, más tarde Irw), la princesa
lo habría llamado Hapimosis o Irumosis, pues ambos significan "el nacido (o
sacado) del Nilo". Cuando Moisés "rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón"
(He.11:24), naturalmente eliminó la referencia a un dios egipcio.

El libertador del pueblo hebreo de la esclavitud egipcia, su líder durante la
peregrinación por el desierto, su gran legislador y el autor del Pentateuco.

Moisés pasó los primeros 40 años de su vida muy posiblemente bajo los reyes de
la dinastía 18ª; Tutmosis I (c 1542-c 1524 a.C.) y Tutmosis II (c 1524-c 1504
a.C.), y la reina Hatshepsut (c 1504-c 1486 a.C.), una hija de Tutmosis I, que,
sobre la base de la cronología sugerida aquí, sin duda es la "hija de Faraón"
mencionada en Ex. 2:5-10. En ese caso, Moisés habría presenciado el ascenso de
Egipto a la cumbre de su poder político. Bajo 799 Tutmosis III, cuyo reinado
(c 1486-c 1450 a.C.) habría abarcado los 40 años durante los cuales Moisés
peregrinó en Madián, el Imperio Egipcio se extendía desde las mesetas abisinias
en el sur hasta el Eufrates en el noreste. Se desarrolló un extenso comercio,
y las riquezas fluían de los países extranjeros para sostener los grandes
proyectos de los faraones. La vida cultural llegó un alto nivel, las
artesanías y la arquitectura estaban muy avanzadas, y la astronomía, las
matemáticas y la medicina florecían. Egipto tenía razón para jactarse de ser
el país más poderoso y civilizado de su época.

360. Moisés y la zarza ardiente, una pintura mural encontrada en la sinagoga de
Dura Europos (s III d. C.; véase el Mapa XIII, C-5).

Moisés fue hijo de Amram y Jocabed, descendiente de Leví, de la 4ª generación
(Ex. 6:16-20), de la familia de Coat (vs 18-20). Su hermano Aarón tenía 3 años
más que él (7:7), y una hermana, María, también era mayor (15:20; cƒ 2:6, 7).
Cuando nació Moisés los hijos de Israel ya estaban en Egipto unos 135 años
(véase Gn. 12:4; 21:5; 25:26; 47:9; Dt. 2:7; 34:7; Hch. 7:30; cƒ Ex. 7:7;
12:40, 41; Gá. 3:16, 17). Jacob había muerto hacia unos 118 años (Gn. 47:28),
y José, unos 64 años (50:22; 41:46, 47, 54; 45:6; 47:9). Con el criterio de un
éxodo en el 1445 a.C., Moisés debió haber nacido en el 1525 a.C. (cƒ Ex. 7:7).
Sobre la misma base, cuando los hebreos entraron en Egipto, los reyes hicsos,
racialmente emparentados y amistosos, gobernaban el país. Sin embargo, a
comienzos del s XVI a.C., unos 50 ó 60 años antes del nacimiento de Moisés,
fueron expulsados por una dinastía egipcia nativa, la 17ª. Alrededor del 1590
a.C. surgió la poderosa dinastía 18ª, uno de cuyos primeros reyes, tal vez
Amosis o Amenhotep I, fue probablemente el "nuevo rey que no conocía a José"
mencionado en Ex. 1:8. Los hebreos se habían multiplicado rápidamente hasta
que "se llenó de ellos la tierra" y llegaron a ser un pueblo "mayor y más
fuerte" que los egipcios, o por lo menos así pensaron éstos (1:7-9). Como los
hebreos eran numéricamente fuertes, y porque los egipcios necesitaban con
urgencia mano de obra barata para sus enormes proyectos de construcción, no es
extraño que los reyes de esta nueva dinastía establecieran la política de
mantenerlos sujetos con trabajos forzados (vs 10-14). No se sabe cuánto antes
del nacimiento de Moisés fueron puestos a construir "las ciudades de
almacenaje, Pitón y Ramesés" (v 11) y les "hicieron servir... con dureza" (vs
12-14). Pero cuanto más los oprimían, "tanto más se multiplicaban y crecían"
(v 12), y los esfuerzos para frenar el rápido aumento de población fueron
totalmente ineficaces. Al principio, los egipcios se propusieron amargar "su
vida con dura servidumbre" (v 14), pero cuando esto no dio el resultado
esperado, ordenaron a las parteras hebreas que mataran a todos los hijos
varones que nacieran (vs 15, 16). Sin embargo, ellas no cumplieron estas
órdenes de Faraón, dando como excusa que las mujeres israelitas eran más
vigorosas que las egipcias y que no necesitaban los servicios de las parteras
(v 19). Entonces Faraón ordenó que los egipcios tomaran en sus manos la
exterminación de los mitos hebreos y los arrojaran al Nilo para ahogarlos (v
22). Pero en vista de la cantidad de hombres físicamente capaces que hubo 80
años más tarde, parecería que esta cruel medida no entró en vigor o no estuvo
en vigencia por mucho tiempo. Véase Cronología (II, B).

Al nacer Moisés, los padres reconocieron que "era hermoso" (Ex. 2:2). Sus
esfuerzos por conservarlo con vida se mencionan como un acto de fe (He. 11:23),
lo que tal vez implique una percepción de que Dios tenía previsto para él un
importante papel. Al acostar a Moisés en un arca de juncos y ponerlo en el
Nilo, Jocabed estaba cumpliendo con la letra de la ley que exigía que los hijos
varones fueran ofrecidos como sacrificio al río, al que los egipcios adoraban
como dios, en la suposición de que sus aguas tenían poder para impartir
fertilidad y garantizar una larga vida. La visita de la hija de Faraón para
"lavarse" en 800

361. Estatua de Moisés esculpida por Miguel Ángel (Iglesia de San Pedro in
Vincoli, Roma).

801 sus aguas habría estado motivada por el deseo de hacer abluciones rituales
destinadas a obtener los supuestos beneficios para sí misma. La aparición de
Moisés flotando en su pequeña cesta como si fuera un don del dios Nilo en
respuesta a sus oraciones, aparentemente la impresionaron como un feliz
augurio. La princesa tomó al niño como hijo propio, y contrató a la propia
madre de Moisés como su nodriza.

La educación hogareña inculcó en el niño el amor a Dios y el sentido de la
misión de su vida (cf Hch. 7:25). Bajo los tutores reales egipcios, y sin duda
como un príncipe real y presunto heredero del trono, Moisés fue instruido "en
toda la sabiduría de los egipcios" (v 22). Bajo los sacerdotes llegó a dominar
las letras, la literatura, las ciencias y la religión; bajo los comandantes del
ejército obtuvo la habilidad para el mando militar; y de otros oficiales reales
el conocimiento de las leyes y de la administración civil. Algunos han
sugerido que Moisés pudo haber dirigido algunas expediciones militares a países
extranjeros. Como presunto heredero, sin duda fue popular en la corte, como
también en el ejército y entre la población común. Su aspecto exterior, su
vestido, su conversación, su conducta y su cultura pudieron haber sido
completamente egipcios, pero su corazón nunca llegó a serlo. Su carácter, su
religión y su lealtad siguieron siendo hebreos, como resulta evidente de los
incidentes registrados en Ex. 2:11-13 (cf He. 11:24, 25).

Cuando llegó a los 40 (Hch. 7:23) -c 1485 a.C.- Moisés supo que había llegado
el momento de escoger entre su fe hebrea y el trono de Egipto. La profunda
lealtad a Dios (He. 11:24-26) y la percepción del propósito divino para su vida
(Hch. 7:25) lo condujeron a echar su suerte con su propio pueblo y ser
"maltratado" con ellos antes que "gozar de los deleites temporales del pecado"
(He. 11:25). En vista de que rehusara adoptar la religión egipcia, sin duda
habrá despertado preocupación en la mente de sus benefactores. Tal vez por
miedo a que pudiera tomar el trono, los sacerdotes de Amón, en una rebelión del
templo varios años antes, habían puesto en el trono a un hijo ilegítimo de
Tutmosis II, el fallecido esposo de Hatshepsut, y habían obligado a la reina a
aceptar a este príncipe como corregente. El nuevo rey adoptó como nombre real
el de su padre y se lo conoce en la historia como Tutmosis III. En tales
circunstancias, habría odiado en forma especial a Moisés, en quien podía ver a
su mayor rival, lo que tal vez pudo apresurar la decisión de Moisés de echar su
suerte con sus despreciados, conciudadanos e intentar liberarlos de la opresión
egipcia. Actuando en forma precipitada, mató a un capataz egipcio (Ex. 2:11,
12), y por ese acto necio se puso en las manos de sus enemigos, tal vez
Tutmosis III en particular, quien ahora tenía una razón legítima para llevarlo
a juicio y destruirlo. Es muy posible que éstas fueran las circunstancias que
condujeron a Moisés a huir de Egipto y a encontrar refugio en la tierra de
Madián,* al este (v 15).

Como los madianitas eran descendientes de Abrahán y Cetura (Gn. 25:1, 2),
Moisés estuvo con parientes durante sus 40 años de peregrinación, algunos de
los cuales todavía adoraban al Dios verdadero. Entre ellos estaba Jetro, un
sacerdote de Jehová (cf Ex. 18:1, 12, 23). Jetro también figura con el nombre
de Reuel (2:16-18), que significa "amigo de Dios". Su hospitalaria recepción
indujo a Moisés a entrar a su servicio, y con el tiempo su hija Séfora llegó a
ser su esposa (vs 18-21). Jetro era un hombre de buen juicio, como se aprecia
por el consejo que más tarde le dio a su yerno (18:12-27). Durante los 40 años
que pasó en la región sur de la Península del Sinaí, sin duda Moisés se
familiarizó con la geografía, los recursos y el clima de esa región desértica.
Al conducir los rebaños de Jetro en medio de la solemne grandeza de las
montañas, tuvo tiempo suficiente para reflexionar sobre sus experiencias
pasadas. El Sal. 90, que se atribuye a Moisés, refleja sus pensamientos, tal
vez hacia el fin de su peregrinación en Madián. Si es así, la interpretación
siguiente parecería apropiada: Los versículos iniciales de este salmo parecen
reflejar la soledad montañosa de Sinaí y la majestad de Dios, en contraste con
la fragilidad humana en general y de los grandes errores de su propia vida (vs
7, 8).

Sabiendo que la Providencia le había señalado un papel (Hch. 7:25), sin duda
reflexionó que su acto impetuoso de matar al egipcio había frustrado el
propósito de Dios y distorsionado el plan divino para su propia vida. Ya había
pasado la marca de los "setenta años" y se estaba aproximando a la de
"ochenta" (Sal. 90:9, 10), pero con su gran chasco en la mente, oró a Dios para
que le enseñara a "contar" sus días para poder aplicar su corazón a la 802
sabiduría (v 12). Todavía tenía fe en las promesas de Dios a los padres y
esperaba su cumplimiento. Sus pensamientos se volvieron luego a sus hermanos
sufrientes en Egipto (vs 13, 14) y oró por su liberación (vs 15, 16).
Finalmente, suplicó a Dios que la obra de sus manos fuera confirmada, que su
vida no fuese totalmente en vano (v 17). Probablemente en la época en que se
hacía estas reflexiones se le apareció Dios en una zarza ardiendo y le encargó
que volviera a Egipto para liberar a los hebreos (Ex. 3:1-10). Recordando la
amenaza contra su vida, sintiendo su insuficiencia para esa tarea (v 11),
temeroso de que su pueblo no lo aceptara y dudando de su capacidad para
persuadir a Faraón para que los dejara salir, Moisés vaciló en aceptar el
llamado (vs 11, 13; 4:1). Pero Dios, con toda paciencia, le eliminó esas
aparentes dificultades una por una, y Moisés finalmente aceptó la tarea con
poco entusiasmo (vs 1-19). En camino de vuelta a Egipto se encontró con Aarón,
a quien Dios había enviado al desierto para encontrarse con él, y juntos
regresaron y se reunieron con los ancianos de Israel (vs 20-31) antes de
presentarse a Faraón (que habría sido Amenhotep II de acuerdo con la cronología
sugerida por este Diccionario; véase la fig 214). Su primera audiencia con
Faraón (5:1-3) sólo consiguió empeorar la situación de los hebreos (vs 4-19).
Diez plagas cayeron sobre el país antes que el rey cambiara de idea. Con la
última, la muerte de los primogénitos, Faraón llamó a Moisés de noche y le dio
la orden de que los hebreos salieran del país (12:29-32). Bajo la conducción
divina, Moisés sacó a Israel de la tierra de servidumbre (Ex. 13:17-22).
Después de varias crisis y liberaciones providenciales, Moisés y el pueblo
hebreo llegaron al monte Sinaí (19:1, 2; fig 471).

Sobre el monte, recibió directamente las instrucciones de Dios para el
establecimiento de la nación de los hebreos como una teocracia (Ex. 24:9-11;
33:11, 17-23; 34:5-29; etc.), incluyendo la ley básica de los Diez
Mandamientos, que también fueron presentados en forma oral ante la congregación
(20:1-18) y más tarde escritos sobre 2 tablas de piedra y conservados en el
arca (31:18; 34:1-4; Dt. 10:1-5). Como vocero de Dios, dirigió al pueblo a la
relación del pacto que constituía a Israel como una teocracia (Ex. 19:5-8;
24:3-8). Dios entonces llamó a Moisés para encontrarse con él sobre el monte
(24:12), donde le reveló los planos completos para la construcción del
tabernáculo, que había de ser el lugar de su morada como su Rey (cps 25-31), y
al mismo tiempo le dio las 2 tablas de la Ley (31:18). En su ausencia el
pueblo erigió un becerro de oro, que estaban adorando cuando regresó (32:1-6).
Viendo su idolatría, quebró las 2 tablas de piedra (vs 15-19). El Señor le
había revelado la idolatría de Israel y le había propuesto rechazarlo y cumplir
sus propósitos mediante él mismo (vs 7-10), pero Moisés demostró su estatura
como líder intercediendo fervorosamente en favor de Israel, y Dios los perdonó
(vs 11-14). Después de haber castigado adecuadamente al pueblo (vs 30-35),
Moisés una vez más buscó a Dios, quien le prometió: "Mi presencia irá contigo,
y te daré descanso" (33:12-17). A su pedido, y como señal de la presencia de
Dios entre ellos, se le permitió tener una vislumbre de la gloria divina
(33:17-34:9). Durante otros 40 días en el monte (34:1, 2, 28; Dt. 9:18),
recibió instrucciones adicionales para el gobierno de Israel y las segundas
tablas de piedra (Ex. 34). Al descender al campamento, su rostro estaba
radiante de la gloria divina, y la gente temía acercarse a él (vs 29-35).
Durante los restantes meses que estuvieron en el Sinaí, construyeron el
tabernáculo (cps 36-39), y posiblemente en ese mismo tiempo escribió las
instrucciones que Dios le había dado.

Después de aproximadamente un año junto al monte Sinaí, durante el cual Israel
se constituyó en nación, se codificaron sus leyes, se construyó el tabernáculo
y se organizó el culto; luego Israel salió hacia Canaán (Nm. 10:11-13). Poco
tiempo después, María y Aarón desafiaron el liderazgo de Moisés (12:1, 2) pero
el Señor lo vindicó claramente como su portavoz designado afligiendo con lepra
temporaria a María (vs 4-15). En Cades, por causa de un desalentador informe
sobre la tierra de Canaán, la gente se rebeló contra Moisés y propuso regresara
Egipto (14:1-4). Esta era la 10a rebelión desde la salida de Egipto (v 22).
Por causa de su fracaso, los hombres de esa generación fueron condenados a
morir en el desierto (vs 29-35), y durante los siguientes 38 años (Dt. 2:14) la
gente acampó en diversos lugares en la región de Cades-barnea y el extremo
norte del Golfo de Aqaba. En Cades, casi 38 años más tarde, Moisés y Aaron
pecaron, golpeando impetuosamente la roca en contra de las indicaciones de
Dios, con lo que distorsionaron la lección que el agua milagrosa debía enseñar.
Como resultado, se les negó el privilegio de introducir a Israel en la tierra
prometida (Nm. 20:7-12). Moisés condujo al pueblo alrededor de Edom, en la
conquista de la Transjordania (vs 14-21), y finalmente al último campamento en
Sitim, frente a Jericó, que estaba del otro lado del Jordán (cf 22:1; 803
25:1). Mientras estuvieron acampados allí, presentó una serie de discursos en
los que repasó las providencias de Dios durante los pasados 40 años, destacando
lecciones de esas experiencias y repitiendo las leyes que Dios le había
revelado para el pueblo. Esos 4 discursos están registrados en el libro de
Deuteronomio.* Durante el tiempo que estuvieron acampados en Sitim, Moisés
designó a Josué como su sucesor (Nm. 27:18-23; Dt. 1:38), y poco antes de su
muerte lo llevó al tabernáculo para recibir su responsabilidad del Señor (Dt.
31:14, 23). Luego, por indicación de Dios, ascendió el monte Nebo, donde
contempló la tierra prometida (fig 378) y murió a la edad de 120 años (Dt.
32:48-52; 34:7). Dios lo enterró allí (v 6), lo llamó del lugar donde
descansaba (Jud. 9), y más tarde lo honró con Elías sobre el monte de la
Transfiguración (Mt. 17:3, 4).

La gran capacidad literaria de Moisés es evidente por la cantidad y variedad de
sus escritos. En el Génesis contó la historia del mundo desde la creación
hasta la muerte de José. En Éxodo y en partes de Números y Deuteronomio
conservó un registro del éxodo de Egipto y de los eventos más importantes en el
camino hasta Canaán. En los últimos capítulos de Éxodo registró los detalles
de la construcción del tabernáculo, y en Levítico describió los reglamentos del
servicio sagrado. En Éxodo (cps 20-24), Levítico (18-20; 24:10-23) y partes de
Deuteronomio escribió las leyes civiles que Dios le había dado para Israel.
También fue un poeta consumado (Ex. 15:1-19; cf Sal. 90). Pero más que un
escritor; fue uno de los grandes líderes y administradores de todos los
tiempos. Bajo la dirección de Dios, organizó a Israel como nación y la guió
con seguridad desde Egipto hasta las fronteras de Canaán. Le dio sus
instituciones civiles, judiciales y religiosas. Como profeta (Dt. 18:15) fue
favorecido con comunicaciones especiales de Dios durante 40 años y gozó de
privilegios que ningún otro hombre tuvo. En no pequeño grado los grandes
logros de la nación hebrea fueron el resultado del carácter, de la personalidad
y de la vida consagrada de Moisés, que, por sobre todos los demás dirigentes,
unificó sus familias y tribus para formar el pueblo escogido de Dios. Abrahán
fue el padre de Israel, pero Moisés fue el fundador y legislador de la nación.
Como legislador y líder, Moisés sobrepasó a todos los hombres de la antigüedad,
pero a pesar de sus talentos superiores fue"muy manso, más que todos los
hombres que había sobre la tierra" (Nm. 12:3).

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